Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 12 de abril de 2018

El neoconservadurismo light de América Latina. Escrito de movimientismo demócrata

 Un índice de lo que progresó la democracia mundial es el modo adoptado por el actual ciclo latinoamericano de predominio conservador, el cual, a diferencia del dictatorial anterior, tiene que soportar, aunque sea en falso, a la legalidad constitucional, con las implicancias que eso tiene en la disminución del margen para la represión a los pueblos. Después de la ola de dictaduras latinoamericanas del Plan Cóndor en Argentina hubo dos períodos de presidencias privatizadoras. El primero fue el de Carlos Saúl Menem, en la década del 90, quien se hizo bautizar para asumir el mandato porque era musulmán y asumió por el PJ tras haber gobernado la provincia de La Rioja, en el segundo lapso peronista ortodoxo de la historia argentina, el primero de los cuales fuera el de Isabel Perón, y después de la crisis hiperinflacionaria de 1989 que los capitalistas le hicieron a Alfonsín, mandato que sobrevivió por cuatro años al efecto Tequila, culminando en 1999. El segundo período de gobiernos conservadores es el macrista vigente. Los presidentes de ambos ganaron prometiendo mentiras porque sabían que iban a defraudar a sus pueblos, ya que su interés fue más bien privado. El nuevo conservadurismo argentino no por liviano deja de ser duro. Lo que pasa es que el ultraderechista de la dictadura fue mucho peor. El que rige es el actual, que es un sucedáneo republicano de aquél. La derrota del movimientismo guerrillero favoreció al carácter privatizador de la república que le sucediera, que atravesó tanto a los mandatos más extranjerizantes como al alfonsinismo y al kirchnerismo. En América Latina, el conservadurismo capitalista se tornó ultraderechista ante las guerrillas de liberación social, igual que en África los ejércitos del imperialismo capitalista, más que nada el europeo, que la hubieron conquistado desde la primera colonización, en el siglo XVI de la era cristiana. El imperialismo estadounidense combatió al guevarismo en América, y con el europeo lo hicieron en África y Asia. La derecha se hizo extrema ante los movimientos obreros de liberación cuando los ejércitos imperiales de las naciones capitalistas adoptaron la estrategia anti-vietnamita de destruir a los pueblos que sostuvieran a las fuerzas guerrilleras, lo de quitar el agua al pez, por lo que las fuerzas armadas del capital aplicaron la represión en masa sobre las naciones que luchaban por emanciparse, las del tercer mundo, que luego persistió como sometimiento internacional bajo gobiernos constitucionales plegados al capital trasnacional por tratados y leyes de rango constitucional. Los estatutos del Proceso de Reorganización Nacional argentino, de carácter supraconstitucional, y la reforma constitucional menemista, sancionada en 1994, hicieron eso, plegaron oficialmente este país a la ley financiera más alta, la del capital trasnacional, que había comenzado a capitalizarse bursátilmente desde la creación de la bolsa del modelo agroexportador, iniciado en 1880 y mantenido como sostén económico de la nación durante el resto de su historia, de lo que la aristocracia argentina es en primer lugar terrateniente, a lo que el gran capital industrial se sumaría luego y de forma subsumida, eclosionando luego del crack de 1930 y rexpandiéndose durante el primer peronismo, el desarrollismo frondisista y el de Illia, a lo que derrumbaría la dictadura del 76, que reforzó a la hegemonía terrateniente, bancaria y pro imperialista, que la hubo habido desde la época de la colonia porque las finanzas siempre fueron parte del poder más alto. Durante el virreinato el imperialismo adorado por los patricios fue el hispano. La revolución de 1810 tornaría la admiración hacia Inglaterra, de lo que primó la anglofilia latifundista, antes de que los Estados Unidos se impusieran como modelo guía para el capital argentino. La hegemonía financiera, hacendaria en el período colonial, estuvo durante todo ese tiempo, desde la instalación española en el territorio que luego sería conformado como Argentina, siempre en concordancia conflictiva con la iglesia católica y el gobierno, tanto en la etapa monárquica como en la republicana. Su acumulación se compuso primero de riquezas en títulos, letras del tesoro, monedas, joyas y objetos de metales preciosos, u obras de arte antes de la modernidad capitalista, que causaría a partir de 1810 la erigencia de una clase privada protoburguesa, que se disputaría el control de la nación hasta 1852 para plegarse al comercio internacional con la tenencia de grandes terrenos alambrados, conquistados por el ejército durante la conformación de la nación, lo que todavía persiste con la expulsión de los mapuches de las tierras a las que hubieron huido bajo la cual se descubrieron reservas de petróleo, las del yacimiento de Vaca Muerta en particular, cosa que se completa con la explotación de los demás yacimientos mineros de la cordillera de los Andes y con el resto de la mayor actividad económica. Esta burguesía acumuló, además de aquéllos tipos de bienes, capitales dinerarios, mediante la venta de los productos agropecuarios primero, luego con su participación en las finanzas bancarias y la gran industria, y después con la especulación bursátil, que antes de eclosionar con la dictadura de 1976 ya había empezado a sacudirse en la década del 30, la llamada infame por el yrigoyenismo, que fue el gobierno de la democracia popular, liderada por el empresariado urbano medio, al que derrocara el golpe militar de 1930, tras la conquista del voto masculino en 1912, impulsada por la Unión Cívica Radical, que también tuvo después un ala popular y una privada, la de Marcelo Torcuato de Alvear, presidente entre 1922 y 1928 entre dos mandatos del populista de la UCR Hipólito Yrigoyen, el último de los cuales concluyó con el golpe militar de José Félix Uriburu. El ala privatista de la UCR es hoy la de Ernesto Sanz y fue la de Ricardo Balbín cuando apoyara la reforma constitucional de 1957. Entonces, si bien la hegemonía argentina siempre fue algo financiera, tuvo gobiernos críticos al imperialismo a veces, es decir, a la participación más cercana al liderazgo mayor del momento, que es el de los capitales más abstractos, fuere el de la monarquía española, el del imperialismo inglés o el del estadounidense, los últimos de los cuales ya eran capitalistas, y todos grandes detentadores de riqueza monetaria. Hubo una oscilación gubernamental más favorable al mercado exterior y otra más dada al mercado interno, correspondiente a la política nacionalista, que era antimperialista, y a la entreguista, más subordinada a las grandes potencias, pero eso en el marco de un entramado internacional siempre liderado por los grandes imperios, con una conducción crítica que requirió de varias estrategias geopolíticas mundiales constantes, como las de los gobiernos imperiales, que sucedieron en alianza y contradicción a las de los gobiernos de las naciones sometidas.

 Con la globalización, la adoración de la clase alta se convirtió en global, pero de una forma concreta, por lo que la clase capitalista argentina siguió prefiriendo al estilo alto estadounidense por sobre el europeo, y a éste último por encima del de las demás potencias mundiales con que se asociara, con excepciones y variantes. El relativismo cultural macrista, que mezcla elementos globales, se formó de eso, pero no es un relativismo horizontal, en el que las culturas coexistirían iguales entre sí, sino que tiene la forma del cuadro imperial del presente argentino, principalmente pro-estadounidense, completada con la inserción que le hace. Al análisis latinoamericano del imperialismo le falta complemento, porque en el mundo hay como 190 países y el común de las indagaciones da cuenta de más o menos entre 20 y 60, los de las potencias principales y las del subcontinente, faltándole mucho de África, Asia mediterránea y oriental, y Oceanía. Es un tema muy amplio que es preciso abordar para la estrategia geopolítica de los países pobres, antecedida por el movimiento descolonizador que tuvo cerca de 200 años de historia, desde la independencia estadounidense en 1776 a la oleada de liberaciones africanas de la década de 1960. El anticolonialismo debe transformarse en antilibrecomercial, aunque no del todo, ya que el modo de dominación del imperialismo posterior a las revoluciones de la independencia colonial es el del capitalismo de la OMC. La dominación imperialista persiste sobre naciones de gobiernos soberanos por la vía del sometimiento internacional de los capitales, compuesto por una oligarquía de ejecutivos en las potencias imperiales aliados con los de las naciones inferiores, secundados ambos por las fuerzas armadas de elite, los gobernantes privatizadores y los grandes medios comunicativos. El imperialismo predominante se compone de una clase trasnacional liderada por los capitalistas principales, quienes residen más en los países más potentes, que es secundada por los de los países menores. Es la clase trasnacional híperprivada, que es la más capitalista y que somete tanto a los proletariados imperiales como a los de los países subordinados. La clase pluscapitalista es la que detenta las grandes finanzas, a las que tiene porque también tiene a las grandes empresas básicas. Dentro de ésta, el capital nacionalista es menor, y popular porque se inclina hacia abajo, hacia el mercado interno. Los gobiernos populistas propenden a las clases bajas por eso mismo, sin concluir al entramado privado trasnacional, al que ayudaron a acrecentarse mucho, en particular con el pago de las deudas fraudulentas de los estados periféricos, pero como a los gobiernos los eligen los votantes de las naciones el socialismo se tiene que conformar con el interés político de las mayorías nacionales, que son las que deben determinar el modo del progresismo que se efectúe y que como son erráticas pueden caer en el conservador. Una buena regla para el socialismo es la de adecuarse críticamente al interés libertario de las masas, apegarse a su intención política progresista, para favorecer que la evolución sea impulsada desde abajo, que es el único modo de que sea masiva. El traspaso del capitalismo actual al socialismo tiene que ser una exigencia conciente de las masas para concretarse bien, como condición indispensable e insuficiente, porque le faltaría el cambio legal.

 El movimientismo guerrillero inspirado en la revolución cubana, de raigambre guevarista y hochiminista, fracasó cuando se lo quiso aplicar en repúblicas democráticas, porque gran parte de sus poblaciones optaron por la vía electoral para resolver las cuestiones políticas, y con cierta razón. De allí que sea desaconsejable para los países sufragantes, en los que conviene adoptar al movimientismo partidario.

 El ciclo de dictaduras del Plan Cóndor debe ser calificado de fascista, o de nazi, porque la cantidad de muertos de aquellos dos fue muchísimo mayor que la de las dictaduras latinoamericanas. Los asesinados del nazismo fueron como 6 millones, a los que se suman los del fascismo y el franquismo, que en total fueron muchos más que los del Plan Cóndor. La cantidad de asesinatos no es lo único a tener en cuenta de la violencia gubernativa, ya que los males intermedios y menores son importantes, pero es un indicador central. Las dictaduras latinoamericanas más bien fueron conservadoras, pero con una declinación ultraísta para reprimir al movimientismo guerrillero, de catolicismo extremo. Persistieron siendo católicas y adoptaron al liberalismo ortodoxo, en tanto que el nazismo operó un misticismo neopagano y germánico de economía protegida, y no sé bien de fascismo.

 La palabra para designar al antimperialismo de esta etapa histórica, de modernidad capitalista monoteística, podría ser la de "antiperlicomercismo", u otra similar, porque el modo de la dominación política es el de los tratados de libre comercio monoteísticos. De lo que se trata es de cierto antirrepublicanismo, porque el sometimiento a los imperios se da mediante la forma de gobierno republicana vigente, que deberá ser sustituida por otra mejor, un consejismo, cuya forma habrá que decidir. No obstante, el consejismo está muy adelantado a la predisposición mayoritaria, y ni siquiera el republicanismo se afianzó tanto por sobre la monarquía, que persiste al menos en Europa y en el Asia islámico, aunque en términos republicanos, por lo cual habrá que buscarlo con paciencia. Además, el consejismo sería insuficiente para deponer al imperialismo principal si las grandes potencias persistieran en su afán dominante, aunque ayudaría, como le sucedió a la descolonización.


Nota del 25 de agosto de 2022

 Acabo de corregir una barbaridad que yo no sostuve, así que sospecho que un hacker me editó el comentario de forma clandestina.