Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 18 de abril de 2018

De que la filiación social deberá poder ser decidida libremente

Así como por parte de quienes participen en ella.

Uno de los objetivos del programa del buen vivir es el de que los humanos podamos decidir por consenso las relaciones que tengamos, lo que abarca a los órdenes sociales, y a los amicales y de pareja en particular. La opción por la poligamia no debe ser obligatoria, pero tampoco la monogámica, que es impuesta por los dogmas religiosos, que algo incidieron en el carácter de la ley, pero el relacionamiento social libre también es impedido por el funcionamiento social capitalista. El acuerdo de las relaciones interhumanas por lo menos tiene que terminar de ser definido en concreto y por la gente que las adopte, en cierta concordancia con el entorno, por lo que la ley debiera acotarse a mandar que sean buenas, sin adelantarse mucho más en el asunto, al menos en absoluto: las prácticas se corregirían más fácil al obedecer a los planteos de los involucrados en ellas. Con la bondad como criterio general, las leyes menores tendrían que adaptársele, cosa que no puede ser prescrita del todo, por lo que la ley tendría que tener carácter abierto, con los delitos juzgables socialmente, para lo cual las personas deberían tener buena razón, a lo que creer dificulta. El sistema de votación enlentece la resolución de los problemas sociales, porque hace que la tematización gubernamental de las cuestiones se atenga a los plazos de los períodos de gobierno, que existen contrariados por las disputas políticas que los atraviesan, de lo que un avance histórico sería el de la superación del modo votador con un sistema más oral y directo, para lo cual habría que reformar la ley suprema, cosa que precisa que la sociedad haya asumido al problema fideísta y al religioso, en su relación con la economía, o por lo menos la vinculación entre la fe y el voto como modo de elección de los representantes de las naciones, lo que sucede en una producción asalariada fetichista, también en la que el valor de uso es representado en el valor de cambio por un objeto teísta, como lo es el dólar y como otras monedas lo han de ser de distinto modo. Los billetes argentinos no mencionan al dios cristiano, no que me acuerde ahora, pero sí tienen impresos a próceres de la patria que fueron católicos: son los billetes de una nación católica, de catolicismo establecido en el preámbulo constitucional, y que ya estaba durante la colonia. El banco central argentino, al someterse a la ley, adoptó su cultura, que es la que se representó en la moneda de este país. A la vez, en los próceres representados en los billetes, y en la historia de esa representación, puede rastrearse la historia del país, pero para eso hay que saber mucho. La evangelización del territorio argentino, simultánea a la del resto americano, implicó la conversión de las naciones abyalaenses al cristianismo, al protestante en América del Norte y al católico en la central y en la sureña, con pervivencias menores de las creencias animistas y la inserción de los otros credos, como el evangelista, el judío, los africanos y el musulmán, lo que aparejó una contradicción entre las concepciones subordinada a la ley cristiana, que se tornara capitalista a partir de la revolución industrial inglesa, cuyas consecuencias políticas en Europa permitieron el establecimiento de la soberanía de los estados americanos, que se replegarían al imperialismo europeo luego de independizarse y antes de combinar aquél sometimiento con la declinación ante los Estados Unidos tras la primera guerra mundial. Durante la guerra fría Latinoamérica estuvo alineada más en el bloque capitalista liberal, principalmente cristiano, al haberse iniciado el capitalismo en Europa antes de expandirse por sus colonias y de traspasarlas, el capitalismo entonces del protestantismo estadounidense, británico y alemán y el del catolicismo español, portugués, francés e italiano. Desde la revolución rusa hubo impulsos socialistas menores en el subcontinente, tanto ateos como cristianos, que se centraron en la revolución cubana y luego en gobiernos intermitentes en Nicaragua y El Salvador, así como en los socialdemócratas de Chile, Venezuela, Bolivia y Brasil, semejantes a los del catolicismo popular de México, Honduras, Paraguay y Argentina, que en Uruguay sucedió con mayor influencia socialista, porque los partidos socialdemócratas y los demócratas populares se subordinaron a constituciones capitalistas y religiosas, las del laicismo piadoso burgués, por lo que la democracia progresista adoptó variantes algo exitosas y algo fallidas del estado de bienestar compatible con el fideísmo capitalista, interrumpidas a golpes militares, económicos, comunicativos y jurídicos de la oligarquía, que es de
cuño trasnacional –la clase propiamente capitalista es trasnacional, así como el liberalismo es universalista–, después de lo cual persiste defendiendo los derechos conquistados e intentando reponerse. La inserción de China en la geopolítica y en la economía latinoamericana es más reciente, de las últimas décadas de la guerra fría hasta ahora. El ateísmo tiene más presencia en el socialismo, pero gran parte del socialismo es cristiano, así como hay ateos de capitalismo popular, el pro-capitalismo socialista, que busca al socialismo basándose en la progresividad histórica del capital. La presencia de ateos en el liberalismo ortodoxo debe ser más escasa aún. El tema de fondo con esto es el de las constituciones latinoamericanas. La superación del capitalismo requiere que sean pro-socialistas. En tanto que así no sea, el revolucionarismo, sea extremo o moderado, tendrá que ser pro-capitalista cuando gobierne. La cuestión del fideísmo de las naciones persistirá también en tanto que éstas elijan ser fidentes, lo mismo que pasa con la religión, así que la política democrática tiene que respetar los tiempos nacionales, dejar que sean las masas las que terminen de decidir las cuestiones de fondo. Los partidos pueden presionar a las masas, exigirles progresividad, y representarlas, pero en el marco de la correlación de fuerzas sociales las masas disponen bastante al orden preponderante, sean o no concientes de hacerlo, porque el gobierno es electoral, tanto el de la república como el de las organizaciones sociales, partidarias o sindicales, cuyas autoridades también fueron electas en gran medida con el voto. Las asociaciones jurídicas populares, en la ley actual, eligieron a sus autoridades muchas veces votando.

El catolicismo, sea el más eclesiástico del medioevo o el más laico de la modernidad, forjó la aspiración universalista que luego adoptaría el liberalismo, que primero fue protestante y después católico, antes y a la vez que se expandía por el resto del cristianismo y por las otras religiones. “Católicoˮ quiere decir “universalˮ.