Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

domingo, 24 de mayo de 2020

¿Detecta la laringe?

Además de coexistir con el aire, el nuevo coronavirus convive con el dióxido de carbono. Ni bien se crea, si no pasa al flujo sanguíneo, está en la garganta, por lo que lo vuela la respiración, para adentro, cuando puede causar la neumonía, y para afuera. Hacia ambos lados puede establecer colonias o morir. El llamado "dióxido de carbono" es una sustancia con la que los coronaviruses antecesores de éste convivieron durante gran parte de su historia, sino toda, por lo que pueden haber desarrollado una sensibilidad respecto de él, que les permitiría notarlo, con lo que podrían identificar la presencia de animales respirantes a su alrededor. Con las patas se prenden al receptor de la célula huésped, pero, si pudieran moverlas, las podrían usar para desplazarse, fuera que estén sobre un suelo duro o volando por el aire. Las usarían como aletas. De ser así tendrían movilidad, detección del objetivo reproductorio e incidencia en su desplazamiento exterior a nuestro cuerpo, una incidencia muy limitada que hace que muchos perezcan sin gestar.

Si los coronaviruses pudieran detectar dónde están las mucosas por medio de este gas, y también mover sus patas, podrían aprovechar las corrientes aéreas causadas por la respiración para traspasar, lenta y trabajosamente, por los cobertores de la boca y la nariz, por lo que, de usárselos mucho, habría que desinfectarlos cada tanto, porque los tendría enredados en sus hebras, pero, a su vez, el uso y el lavado deteriora la tela, por lo que habría que saber cuándo se la debe cambiar o reforzar, y cómo se la refuerza. Tendría que haber una red de fibra, vegetal o sintética, que permitiera respirar lo suficiente, cuya densidad incidiría en el pasaje del virus, aumentándolo y reduciéndolo según los espacios que le dejara libres de acuerdo a la distancia entre las hebras. Quizás sirviera rellenar los tapabocas con algodón u otras telas, pero no tanto como para dificultar la respiración.