Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 21 de abril de 2017

De la fehaciencia y la falencia jurídica

La palabra “fehaciente”, que se usa bastante en la jerga jurídica, suele traducirse como “cierto”. Una prueba fehaciente es tomada como digna de crédito, y por eso como veraz. Al ser creíbles, los juristas les otorgaron el estatus de verdaderas a las pruebas fehacientes, pero entre una cosa y la otra hay una distancia, cuya mala correlación llevó a que se tomaran como ciertas a pruebas que, si bien eran fehacientes, no eran verdaderas, lo que condujo a procesos judiciales errantes y a sentencias equivocadas. El fideísmo está muy presente en el sistema jurídico, por su carácter teológico, por lo que la fehaciencia se convirtió en un criterio investigativo privilegiado, que coexiste en conflicto con el de la comprobación, por lo que las investigaciones son muy trabajosas y algo mal dispuestas. La etimología de “fehaciente” es la de “hecho de fe”. “Fehaciente” quiere decir “que hace fe”, y se lo traduce como “fidedigno”, que es “digno de fe”.

Este tema me confirma mi hipótesis de que la concepción vigente es fideísta, tanto como eje para la cosmovisión cuanto como criterio para la investigación de la realidad, y que se esparce por los distintos ámbitos sociales: la economía, la política, la juridicidad y así, componiéndose contradictoriamente con el verismo. En las costumbres esto se refleja en que se le reclama fidelidad a las personas, como sinónimo de buen comportamiento, lo que encubre el interés de ordenarlo según los cánones religiosos, que se plasman en el resto de la cultura con variantes y excepciones.