Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 11 de abril de 2017

El proletariado suele ser asalariado

El proletariado no siempre es asalariado. Entendido como la clase de la gente común, que se propietariza mayormente mediante su fuerza de trabajo, sin quitarle plusvalor a los demás, y la propietarización no es sólo la relativa a la mercantilización, o sea, a la obtención y uso de dinero, porque atañe también a la transformación de la materia efectuada en las tareas domésticas, y otras cuestiones parecidas a ésta, el proletariado abarca al empresariado común, que extrae poca o nada de plusvalía, y al lumpenproletariado, que es el proletariado harapiento, a la vez que una pequeña porción de los asalariados no son proletarios, sino capitalistas, como los ejecutivos de las empresas trasnacionales, cuyos salarios son equiparables a las ganancias de los empresarios de las empresas medianas: están en un nivel intermedio entre el proletariado y la capitalesía, situándose más en uno o en la otra según el caso, así como parte de la vida de los capitalistas es proletaria y parte de la proletaria es capitalista. Los socialistas suelen pensar que quienes participan en las ramas de la economía ilegal, como el narcotráfico y la trata sexual de mujeres, son lumpenproletarios, pero en realidad son o bien capitalistas, o bien proletarios, pero delictivos, porque su comercio es ilegal, aunque no siempre ilegítimo. Los lumpenproletarios tampoco son los locos, o los diversosexuales, a no ser que sean andrajosos: son, más bien, los mendigos, los que viven en la calle, los más excluidos. Para sostener esto insisto en que la palabra alemana “lumpen” quiere decir “harapo”, o “andrajo”, y que “prole” es “familia”. El proletariado es la clase familiera, en el sentido de dada a lo común, y tiene el problema de la falsedad de los modelos familiares vigentes, que son de índole religiosa, además de la poca, y mala, propietarización, y otros tantos.

Como la propietariedad no atañe sólo a lo atinente al valor de cambio, porque se refiere a todas las prácticas en las que la humanidad transforma a la materia para vivir, sean generadoras de valor mercantil o no, la crítica a la propietarización debe incluir a la crítica de las prácticas extramercantilizantes. La mala apropiación implica mal sometimiento, como el del empresariado proclive a lo común, ya que este empresariado le ordena qué hacer a sus empleados, tanto empresariales como domésticos, por detentar los mayores medios productivos mercantiles, pero esa crítica tiene que ser justa, ya que este ordenamiento puede ser necesario a las características del orden social humano actual, porque la estratificación no es mala en sí misma, aunque quepa transformarla cuando esto fuere bien exigido, porque la mala crítica también es mala y porque la solución precisa es la revolucionaria, no la condenativa, aunque aquélla puede contener cierta condena si es que ésta es moderada bien, tanto como estar exenta de ella, según corresponda. Asimismo, existen otras prácticas apropiantes que son injustas, más allá de las del empresariado pequeño y mediano, que se dan en el proletariado asalariado, en el lumpenproletariado y en la capitalesía, a las que les cabe un juicio análogo. La política es una práctica propietaria, porque implica una apropiación y transformación de la materia, pero en este caso la materia es la del gobierno social. Es una propietariedad ni mercantil ni consumidora de bienes de uso en sí misma, pero relacionada con éstas. En sentido general, toda la práctica es propietaria, porque toda implica la apropiación de materia para su transformación y uso, sea esta materia objetiva o subjetiva, y le cabe ser criticada porque existe la mala apropiación.

Hay que distinguir entre la clasificación social según la cantidad de propiedades monetarizadas poseídas, que diferencia entre la capitalesía y el proletariado, de la referida al tipo de medios productivos detentados, sean finanzas, bienes de capital menores a aquéllas, fuerza de trabajo y demás. Luego, se puede superponer a una clasificación con la otra. En la última, a su vez, cabe diferenciar según el tipo de actividad social de que se trate la producción, porque hay producción económica, política, religiosa, comunicativa, gubernamental y demás, que se superponen entre sí y que están atravesadas por la producción asalariada, ya que en todas ellas hay empleados pagos. Dentro de la económica, las clases se dividen en superpauperizada, la indigente; pauperizada, los trabajadores informales; asalariada, los trabajadores legalizados; y empresarial, sea el empresariado bajo, medio o alto. La clase capitalista es la del empresariado alto y tal vez la del medio, aunque su capitalidad es distinta, y el resto son las subclases alta, media y baja del proletariado, y siempre con excepciones y entrecruzamientos. Asimismo, la propietarización económica no se estratifica casi nunca en estado puro, sino que existe fusionada, por lo que hay clasificaciones intermedias entre los tipos de clase, y sus objetos varían históricamente, además de que la producción entrelaza a sus distintos tipos: la economía es influenciada por la política, la religión por la comunicación y así.

De igual modo habría que analizar a la producción religiosa, gubernamental, comunicativa y demás. La producción comunicativa es económica, porque los medios de comunicación son empresas, pero su función social específica es la comunicación: esta comunicación apunta a la dirección de la práctica social, y en eso están los intereses capitalistas de los ejecutivos y accionistas de estos medios. No obstante, hace falta analizar más al tema. Así dicho, esto último, requiere correcciones y agregados.