Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 20 de abril de 2017

Del romanticismo

Quiero distinguir al romanticismo como clase de práctica de su expresión como movimiento estético. Como tipo de práctica es la relativa a los romances. Los romances eran unas narraciones populares en verso y prosa que afloraron en la edad media, tanto escritas como cantadas, y se prolongaron en el renacimiento y la modernidad. El romanticismo en realidad no se acota a los romances, sino que abarca al conjunto del arte popular. La relación con el arte popular es romántica, sea este arte romancero o no. Entonces, hay una constante histórica romántica, o más bien artística popular, el poparticismo, que es transclasista y que adoptó distintas formas según lo hizo históricamente, pero además hubo un movimiento estético de articidad popular, que es romántico y que contiene una filosofía en ciernes, a la que le falta maduración, ya que mezcla ideas superadas con aciertos, y es incoherente: es un movimiento de personas a las que les faltan conocimientos científicos para acertar su práctica y concretar sus aspiraciones relevables. El romanticismo tiene que aprender, y tendrá cosas qué enseñarnos, como ya lo hizo antes. En algunos aspectos superó al común del materialismo histórico, porque adoptó elementos suyos abandonados por sus adeptos, pero no es materialista en sí mismo, aunque sí es democrático. Es de un eclecticismo de cultura popular en fase experimental, por lo que es más accidentario de lo que podría ser, y necesita de una síntesis analítica para aproximarse a lograr sus metas elogiables: le sucede algo análogo que a la cultura popular en general, cuyo democratismo precisa de una buena redefinición conceptual que le faculte la transformación histórica correspondiente con ella. El poparticismo, y el popculticismo, la relación con la cultura popular, son una estética y una ética populistas, respectivamente, por lo que les falta integrar críticamente al privatismo, para que la síntesis sea humanista, y además recuperar su dimensión política, que no está bien contenida en el movimiento romántico, lo que podría hacer apoyando mejor al partidismo democrático, y al socialista en particular, pero eso dependerá también de cómo se comporten los partidos, entre otros tantos factores. El problema es el de la politización de la cultura popular, el de qué politización popular debe hacerse para impulsar el progreso histórico, lo que debiera partir de los rasgos e intereses legítimos de los actores en cuestión. Para eso los partidos tienen que adoptar críticamente a los reclamos populares que lo merezcan, y señalarles las correcciones pertinentes de hacer de las que se den cuenta que haya que señalarles.