Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 20 de abril de 2017

Del populismo y de los pueblos de las naciones, con nota sobre el imperialismo y la apropiación

El populismo en sí mismo es la práctica popular, pero también es la concepción sociopolítica ligada al pueblo, que adoptó varias formas, en tanto que los pueblos y sus representantes políticos cambian y porque la articulación entre ambos es compleja e influenciada por la aristocracia. El populismo es difícil de categorizar porque se manejan dos nociones del pueblo distintas, una que abarca a la clase baja y media y otra que a las tres. Así el populismo puede ser antiaristocrático, lo es el demócrata cristiano, o católico, como el populismo de la iglesia, que es católico porque es universal. “Católico” quiere decir “universal”, pero ese universalismo es cristiano. No incluye a las clases sociales en una comprensión placentera, sino en una sacrificante. En cambio, el populismo laico no apela tanto al sacrificio, pero igual lo hace. Además, las clases varían históricamente, por lo que la política populista adoptó formas conservadoras y progresistas, o mezclas de elementos de unas y otras, tendiendo más al conservadurismo en los modelos oligárquicos y al progresismo en los democráticos, pero siempre en el marco del idealismo acumulador, que es capitalista en la modernidad, porque la modernidad le dio una moderación monetaria, medida en capitales abstractos, a la propiedad fabricada. El populismo, en general, es fideísta y capitalista, en consonancia con la religiosidad procapitalista de gran parte de las naciones, y en particular sus gobiernos fluctúan hacia la derecha o el centro, y hasta el centroizquierda, de acuerdo a los reclamos populares, que oscilan en torno a la crisis histórica actual: fueron tanto xenófobos como tolerantes, y tanto defensores de la diversidad sexual como castigadores ensañados de los delincuentes menores. Los pueblos de las naciones se enmarcan en la idealidad capitalista en general, y según el procesamiento de la crisis adoptan gobiernos más laxos o más estrictos, y eso entre corrientes migratorias. Tampoco es que los pueblos sean entidades fijas. Son las clases inferiores a la aristocracia de las naciones estatales, con la excepción de los pueblos migrantes, como los gitanos. Salvo éstos, los pueblos se componen de personas asentadas en viviendas, o sea que son sedentarios, y nutren y conviven con la migración, tanto la que persiste siendo nómade como con la que se asienta en sus destinos, como lo es la migración centroamericana a los Estados Unidos, o la de los países árabes a Europa, cuando no los deportan. Al democratismo ateo, fuere socialista, comunista o anarquista, el pietismo capitalista se le impuso por la fuerza de las mayorías democráticas, de lo que las formas perversas de cada cual son una consecuencia. Esto se nota en el idealismo soviético y chino, de desarrollo capitalista estatal y mixto, en el socioliberalismo y en el sectarismo de los derrapes dispersos, como el trotskismo y el autonomismo, o mismo del ecosocialismo, y hay más meso y microvariantes materialistas. Es que el enfrentamiento crítico al sistema tiene que entender bien la realidad para operarla bien, y la social es social, o sea, que es la sociedad humana la que tiene que entender bien a la realidad, lo que no puede ser mediante la creencia, pero mientras tanto vivimos los ateos, por lo que tenemos que pensar en cómo vivir. El ateísmo materialista tiene que entender bien la realidad histórica para enfrentarla bien organizado, pero eso requiere también del esclarecimiento de la conciencia social humana, que lleva a la veracidad como eje central. La veracidad implica al igualitarismo propietario, un igualitarismo relativo, no tiene que ser absoluto. Sin veracidad la bondad no puede ser la suficiente. La veracidad exige el juicio social al teísmo, y el ateísmo materialista tiene que ser socialista. A eso la democracia cristiana no lo puede negar mucho, porque el socialcristianismo es una corriente cristiana popular, pero todavía no admite al ateísmo materialista, que científicamente tiene razón. El ateísmo es una corriente científica consecuente, precisamente por ser ateo, rehuye del eclesiado, y es superior porque es materialista; es antirreligioso, porque el materialismo es antimítico, depone al misticismo, porque sabe que los mitos son fabulaciones inexactas, y que padece de la violencia a consecuencia del fideísmo: puede aceptar a los mitos en tanto que sean comprendidos como relatos fantásticos, cuya relación con el ordenamiento humano fuera definida bien. Los ateos materialistas sabemos que para que la humanidad sea feliz de buena manera ella tiene que superar al fideísmo, por eso el reclamo. La violencia antirreligiosa del materialismo no debe ser golpeante, sino crítica, de exigencia al pietismo de una respuesta satisfactoria al cuestionamiento hecho al teísmo por la ciencia. Debe ser una violencia moderada bien, o sea, pacifista.

El catolicismo confunde a la idea de pueblo con la de nación, como cuando se habla de las poblaciones para referirse a los residentes de un país, así como se habla de pueblo para señalar a las ciudades chicas. El populismo tiene una política gubernamental, es la declinación gubernativa al pueblo, cuando el gobierno es más proclive al pueblo, lo que siempre sucede bajo el marco oligárquico constitucional, porque la capitalesía, que hizo a la legalidad moderna después de las revoluciones burguesas, es ahora la aristocracia, pero más lo es la capitalesía financiera, que maneja a los tratados internacionales, de rango superior al constitucional, los de la trasnacionalización del capital. La mundialización del capital generó que la clase dominante mundial no sea la de los capitales nacionalistas, sino la de los que manejan un nivel trasnacional, que son favorecidos por el entramado jurídico planetario, el de los tratados de libre comercio y sus conexos. Tienen tribunales internacionales y formas políticas de presionar para hacer cumplir sus pactos. Tienen a la ONU, el CIADI y la OTAN, a la OMC, a la OEA y así tantos otros. Pueden hacerle chantaje internacional a los gobiernos de los países subalternos. El capital nacional es importante pero subsidiario, y el trasnacional se articula geoeconómicamente, en lo que hay alianzas capitalistas imperiales, subimperiales y menores, y entrecruzadas mayormente de arriba hacia abajo, en las que participan los capitalistas de los distintos países, que en concreto son más en las potencias mayores que en las medianas y las chicas. El imperialismo actual es liderado por los Estados Unidos aliado a Europa, a Alemania, Francia y Gran Bretaña en particular, así como a Italia, y es seguido por Rusia y por China, que están en conflicto con él, y luego por Japón, la India, España, México, Brasil, Sudáfrica y las potencias de Asia del Este, Australia, Canadá, Egipto y las otras potencias árabes, Argentina, Colombia y muchos países más, los del África, Asia lejana y Australia en particular, y esto dicho de improviso. Habría que hacer una grilla con todos los países indicando cuáles están en la clase baja, cuáles en la media y cuáles en la alta, de acuerdo a índices integrales y relativos a su producción capitalista bruta y a la concertación internacional, y así daría el primer, segundo y tercer mundo, lo que permitiría entender completa la articulación imperialista, que es geográfica. El capitalismo es un hecho terráqueo, o sea que la historia del capital es concreta. Aunque se haga con una abstracción, la transformación en símbolo numerario de la apropiación de la naturaleza, es histórico. El monetarismo supone una doble apropiación. Por un lado la apropiación de la materia natural para la fabricación de los bienes, y luego una apropiación financiera de los bienes para su medición en números monetarios. El capitalismo le agregó la apropiación de la moneda para su reinversión trabajista, y luego la apropiación del excedente para la especulación financiera, que es la forma más alta del capital, y que es la hegemónica. La clase hegemónica mundial no es la capitalista, sino la capitalista financiera. El capital trabajista la sigue, y en parte está fusionado con ella, pero su liderazgo está subordinado: por eso es que el imperialismo suele imponerse a los nacionalismos antimperialistas, porque el capital trasnacional reside más en los imperios que en las naciones inferiores a ellos, de lo que le es más fácil doblegarlos, porque está fusionado con los gobiernos imperiales y con las aristocracias de las potencias menores: es una clase trasnacional que se articula complejamente, y se compone de partes que tienen características nacionales particulares, a la vez que se relaciona contradictoriamente con los gobiernos, de los que es parte, y con los proletariados. El nacionalismo capitalista es un patrón de hegemonía intermedia, obedeciente a la alta, bastante pesado para el proletariado internacional, pero no tanto como ésta, y el capital no es lo único que pesa.


Agregado importante

La clase hegemónica mundial no es sólo la capitalista financiera, sino que de ella participan, en orden general decreciente, el capital empresarial trasnacional y el capital nacional exportador. El capital nacionalista le sigue en importancia, pero su nivel de incidencia se acota al ámbito nacional. El empresariado proletario sucede al nacionalista pero acumulando menos, o nada, de capital. A su vez, la clase hegemónica mundial tiene conflictos internos, porque compite entre sí y se compone de miembros que tienen identidades nacionales, más ligadas a los imperios y supeditadas al anclaje territorial de sus negocios, y en proceso de redefinición relativa por el carácter trasnacional del capital.

Los lectores tendrán que estar atentos a percibir mir errores, que pueden ser tan groseros como este que tuve que enmendar. En otras ocasiones puede que no me dé, o haya dado, cuenta.