Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 25 de abril de 2017

Qué hacer con la mala formación de las masas

Al comunismo cubano y chino, y no sé del de Corea del Norte y Vietnam, se les reprocha que el régimen de partido único le impide a la disidencia participar en el gobierno. Desde una perspectiva pluralista, cabría pedir que se les permitiera, pero, ¿qué hacer con la gente que está equivocada por concepciones religiosas y científicas inexactas? El comunismo gobernante también tiene sus errores, muy graves en algunos casos, pero las concepciones que se le oponen no lo superan en general. ¿Es que hay que permitir que las naciones se gobiernen por concepciones inferiores al materialismo histórico? ¿Y qué pasa cuando las mayorías nacionales las adoptan? El asunto se resuelve en concreto, por supuesto, y con el autoritarismo comunista, pero en los países liberales también hay un autoritarismo grande que no es reconocido, que es el del pietismo y el del liberalismo, que imponen un constitucionalismo que permanece vigente en sus vigas centrales desde las revoluciones burguesas, y que faculta al régimen capitalista trasnacional. Entonces hay que aclarar que no se enfrenta la libertad capitalista contra el autoritarismo comunista, sino que cada cual tiene su autoritarismo, y sus deficiencias y aciertos, pero aunque haya tenido fallas imperdonables el materialismo es la concepción que puede llegar a ser buena, así que la crítica al comunismo gobernante tiene que serle favorable y exigirle lo que quepa. Entretanto, habrá que lidiar con los impulsos irracionales de las masas, mediante una pedagogía social y estatal. La socialización del gobierno, y la de los medios productivos económicos, requiere que las masas estén preparadas para efectuarla, lo que se debe promocionar con antelación.

Una crítica de largo plazo para China es la de su capitalismo, por la acumulación estatal, y luego mixta, que realizó, pero la crítica tiene que ser justa. Asimismo, cabe para su industrialización y para su imperialidad, y demás.

La disidencia tiene que tener lugar en el gobierno, y se la debiera admitir bajo la condición de que se atenga al verismo. Si así lo quisiere, debiera poder seguir siendo fideísta en sus asuntos extragubernamentales, pero, por un lado, tendría que ser verista en su participación política, y además atender al cuestionamiento hecho a la religiosidad. Cuando los religiosos se inmiscuyen en política, traban los debates, no sólo porque pretenden imponer las pautas de conducta dictadas por sus credos, excusándose en razones malintencionadas, sino también porque, como proceden a base de creencias, sostienen argumentos erráticos como si fueran del todo ciertos, al pensar que lo son realmente o no, por lo que habrá que mocionar que no se pueda debatir en base a pareceres, creencias, confianzas ni saberes dudosos, o no completos lo necesario. Si hace falta averiguar algo para proseguir la discusión, hay que detenerla, averiguarlo socialmente y luego continuarla con la cuestión dilucidada. El fideísmo apareja que los debates se van dando a la par que la práctica más activa, por lo que los males de ésta no se detienen, sino que se les permite persistir mientras que se atiende mal a los cuestionamientos. Para remediar esto existe lo que se llama el “principio precautorio”, que postula que antes de cometer una práctica peligrosa hay que debatir e investigar socialmente lo debido para decidir si cabe ejercerla o no, y cómo si es que cabe. Este tema hace a la riqueza social de las naciones, porque el consensualismo es necesario para ella, pero está impedido por la compulsión capitalizadora de los modelos de desarrollo crecimentistas.