Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Comentario corto sobre los foucaultianos y el privatismo

En Argentina los foucaultianos se dividieron a favor y en contra del macrismo. A favor estuvo Tomás Abraham, y en contra Felisa Santos. Este anarquismo, seguidor de Sade y de Nietzsche, tiene problemas para recusar al macrismo por su carácter aristocrático. El macrismo puede ser para él, en un razonamiento delirante, la consumación del gobierno ideal, porque es tanto cínico y sádico como perverso y posmoderno, la realización de la distopía, de un eclecticismo religioso aparente, que encubre a su catolicidad, cualidades negativas a las que Foucault enalteció, como contrapuestas a los valores positivos proclamados por el pietismo demostrativo de buena intención, sin reparar en que su exaltación era aparente: confundió a la bondad verdadera con la seudobondad crédica positivista. La duda de Foucault respecto de la modernidad se nota en que en ¿Qué es la ilustración? adoptó una postura moderna, habiendo sido luego identificado como posmoderno. La falta comprensiva del nihilismo es presta a malas desviaciones, porque muchos de los nihilistas entienden a la nada como algo absoluto, en vez que enmarcarla como un concepto humano dentro de lo existente. La anarquista es una mala reacción a la maldad dominante, y es insostenible porque la sociedad humana necesita gobernarse, pero además la foucaultiana terminó haciendo una mala crítica, porque no entiende bien a la realidad: intenta reducir a la nada al sistema social, lo que es imposible. Nada más lo arruina algo más que lo que él mismo se hace a sí mismo por su propia falencia. El foucaultismo, al ser un teísmo alternativo, cultor de Dionisio, o del superhombre, no critica a la piedad capitalista desde el ateísmo, y menos entonces desde el socialismo científico, aunque a algunos de sus tópicos los retome. Entonces, busca la destrucción de la sociedad, la deconstrucción derrideana, heredera del nihilismo heideggeriano, que quería convertir a la humanidad al culto de los poetas griegos y germanos. No propuso que fuera buena la producción según el entendimiento verdadero de la realidad. Por eso es que se le complica la construcción de alternativas, porque para eso necesita de un sentido hedonista integral, con la idea de que los placeres existen entrecortados y en crisis: un optimismo realista. El nihilismo equivocado termina saboteando al progreso social porque no sabe criticar bien a la dominancia, pero al hacerlo daña al proletariado y se daña a sí mismo. Termina siendo antidemocrático porque al pueblo lo ve como una chusma ignorante del sentido del ser, o como promotor del sistema, o como gil, o careta, como no iluminado por las creencias alternativas sectarias de sus seudodoctrinas. Eso en sus malos momentos, que no son los únicos que tiene.

Al nihilismo hay que entenderlo como debe ser, y al gobierno también.