Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 23 de noviembre de 2017

De la razón instrumental

La razón instrumental fue mal criticada, tanto por Horkheimer en la Crítica de la razón instrumental como por Habermas en El discurso filosófico de la modernidad. Le reprocharon su carácter cosificante, sin reparar en que los humanos no podemos no ser cosas, ya que cada ser es una cosa. Lo malo no es la cosificación, o sea, la consideración de las personas como cosas, sino la mala cosificación, aquella que desmerece nuestros sentimientos, o nuestra salud, u otros aspectos de la vida semejantes, como la libertad. Algo parecido sucedió cuando le reprobaron a la razón que tuviera objetivos. Cuando definieron a la razón instrumental como “razón con arreglo a finesˮ dieron por supuesto que los fines eran malos, o que subordinarles el pensamiento es necesariamente perjudicial.

Pensar para conseguir objetivos no es malo en sí mismo. Lo malo pueden ser los objetivos, que es lo que le tendrían que haber criticado a la razón capitalista, o mismo a las otras malas razones. El problema de la crítica libertaria es que como no asume bien a la cuestión religiosa, que está en la base de la razón instrumental capitalista, el planteo se le tergiversa. La religión indujo al capitalismo porque prohibió la dedicación al buen disfrute y distorsionó la convivencia con ideas equivocadas, porque tiene un carácter creyente y sacrificatorio, de lo que generó una actividad económica compulsiva, que es la de la producción de capitales, aunque el tema sea más complejo. En particular, cabe recriminarle al proletariado mundial que votara en masa por los partidos religiosos, que suelen ser procapitalistas, y así como ese tuvo otros comportamientos irresponsables, como el mal consumismo, el mal conservadurismo o la desidia política. Hasta que la izquierda no haya asumido este asunto la estrategia le fallará, y sus relaciones interpersonales permanecerán degradadas, porque sus facciones se pelean entre sí para representar a un sujeto que les responde poco y porque idealizar al proletariado genera mal clasismo, que hace a la culpabilización intraizquierdista porque gran parte de ella es de las clases medias y altas. La opresión histórica no es sólo la de las clases superiores, sino que las inferiores son opresivas también en lo que lo son, sean o no conscientes de eso. La religiosidad es muy opresiva, y es sostenida por las masas, lo mismo que fueron bastante procapitalistas, por la falsa conciencia o por lo que haya sido.

A la humanidad lo que le falta es tener razón verdadera la suficiente, ya que la que tiene es algo falsa, por creyente, y algo verdadera, por investigativa, y asimismo mezcla buenos con malos propósitos, porque su carácter está algo mal y algo bien predispuesto por nuestras ideas.

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La noción de la razón comunicativa habermasiana supera el individualismo de la filosofía del sujeto, predominante desde Kant a Hegel y pasando por Husserl, Sartre y Merleau Ponty, entre otros, pero asimismo tiene sus defectos. En particular, idealiza al ámbito cotidiano, como si estuviera a salvo de la injerencia de la razón dominante, a cuya opresividad tiende a concebirla como absoluta, de lo que da una imagen como si lo económico y lo político fuesen instancias sociales totalmente controladas por ella, mientras que la cotidianeidad fuera un refugio seguro, cuando ni los primeros están tan mal ni la segunda tan bien. Por otro lado, la razón comunicativa atraviesa a todas las instancias sociales, y hace a la economía capitalista, porque para producirla los humanos nos comunicamos con nuestra razón: sucede que la razón capitalista ni es tan mala ni existe sin conflictos con otras racionalidades, que a su vez tienen sus defectos y sus virtudes, incluso en los ámbitos donde aquélla predomina más. La razón capitalista es una razón casta porque proviene de la religiosidad estricta, que hizo a la ciencia más sofisticada porque se asentó en las universidades privadas más elitistas.