Aunque no me perdonen los anarquistas, lo del cuerpo sin órganos es calamitoso. Basta ojear con algo de sentido común al artículo “¿Cómo hacerse un cuerpo sin órganos?ˮ, escrito por Gilles Deleuze y Félix Guattari, para darse cuenta de que es un planteo autodestructivo y dañino. Nuestro cuerpo se compone de órganos, a algunos de los cuales los sentimos más constantemente, como a los órganos de los sentidos, y a otros más cada tanto, como cuando se lastiman, mientras que a sus excrecencias inertes, el pelo y las uñas, no las sentimos. Experimentar al cuerpo como si no tuviera órganos es imposible, ya que los de los sentidos están activos durante el tiempo despierto y porque al pensamiento lo sentimos en el cerebro, pero además porque los órganos a los que no percibimos usualmente también existen.
El anarquismo, de distinta manera que el socialismo árquico, replica a la lógica sagrada cuando prioriza a la ideología por sobre la calidad de la existencia, incluso la de los mismos anarquistas.