Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

domingo, 26 de noviembre de 2017

La derecha es contraletaria

La derecha es el monoteísmo capitalista más privado, la concepción téica y productiva del liberalismo ortodoxo. Que sea teísta implica que su práctica es creyente en los dioses, y por ende que prima la lógica de la creencia en las hipótesis, que faculta a la acometida de prácticas indebidamente autorizadas, por lo que injustas acaso. La derecha destruye mal a la vez que opera porque la falsedad de su concepción le guía mal la práctica a sus miembros, induciéndola a la consecución de valores abstractos en desmedro de la naturaleza más concreta, la física menos elaborada. Tiene esa maniobra a la vez que su proletariedad, por lo que prola mal, engrandece mal a sus naciones, lo que a la izquierda gobernante le sucede de manera diferente.

El centroderecha, que es un monoteísmo capitalista liberal heterodoxo, es contraletario de otro modo, por ser más público, y como es centrista dificulta menos al rebasamiento del centro y de la izquierda. La izquierda debe favorecer al centroderecha cuando la predisposición de las masas dubite entre éste y la derecha, en un favorecimiento crítico, que responsabilice bien de su política al común de la gente. Así podría apoyar al progreso limitado mientras que le exija al proletariado procapitalista que se politice mejor, lo que facilitaría los triunfos posteriores de las opciones centroizquierdistas, que son necesarios para las izquierdistas. El izquierdismo está muy desfasado de la cultura proletaria mayoritaria, por lo que no puede gobernar. Falta asumir que es la predisposición de las naciones la que pone al gobierno, al menos en los países de democracia sufragista. El centrismo y el centroizquierdismo son etapas insalteables porque la historia es concreta. Un grupo de izquierda podría tomar el gobierno, pero se le haría imposible sostenerlo, porque gobernaría a una nación derechizada, en gran medida religiosa y procapitalista, por lo que tendría que reducarla mucho y drásticamente, lo que le agregaría una complicación muy poco sorteable a la competencia política y económica internacional, que sería conjunta al reordenamiento interno, con sus pujas con la clase dominante nacional y extranjera. Es lo que le sucedió a la URSS. Cayó porque avanzó muy rápido. El leninismo tiene ese problema, el de la falta de suficiencia social para la izquierdización pronta de la nación bajo su mando. Ni siquiera algunos de los más cercanos camaradas de Lenin estaban bien preparados para construir el socialismo, y en particular Stalin, que lo sucedió en la presidencia regional. La transformación social tiene que ser deseada a conciencia y sostenida por la base social, por lo que la vanguardia debe adaptarse bien a sus características, y priorizar la felicidad de la lucha por sobre la consecución del programa de máxima, porque éste es inconseguible a corto plazo. Los revolucionarios debemos ser felices para revolucionar bien. Si no somos felices, debemos ocuparnos de serlo antes de proseguir nuestro revolucionarismo, y para eso tenemos que relacionarnos bien con las otras personas comunes, que suelen ser religiosas democráticas.

El gradualismo es crítico, y su intensidad, o mismo su cambio cualitativo, depende de lo que quiera la fuerza social mayoritaria, por lo que la vanguardia es insuficiente para la revolución más drástica, porque la retaguardia no le obedece de inmediato, e incluso ya la traicionó varias veces a lo largo de la historia del socialismo, sin que los socialistas le hayan hecho la crítica debida al caso. La vanguardia no tiene que traccionar a la retaguardia, como quien carga con un lastre a sus espaldas, sino facultarla a la transformación conjunta, para lo que se necesita que elabore su predisposición emancipatoria.