Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Marx fue un dramaturgo reprimido. El crarquismo, la crítica árquica

Se le nota el interés dramático en sus exclamaciones trágicas, y en su comicidad. El Manifiesto comunista es una proclama democrática artística, por lo que es perdedora, en tanto que la política artística democrática es inferior a la religiosa estricta, que no es verista pero sí superior, al seguir al materialismo teísta alto, cuya fidencia es la más sofisticada, una sofisticación mítica mal perfeccionada por mal producida. La reivindicación por la transgenerización de la ciencia y el arte tiene alguna legitimidad, pero no puede suceder bien en el marco de la conceptividad crédica y manipuladora. El tema es qué transgeneridad debe ser, y que diferenciación de géneros debe hacer la humanidad para vivir de buena manera. Cierta diferenciación genérica será porque las personas la harán, así como sus entrecruzamientos, de distintos tipos. Lo que no debe ser es la modernidad mística. Esa veta gótica de Marx tiene fallas superables, a las que alguna vez se volverá a superar. Marx fue un científico bohemio, al que le gustó Shakespeare. Fue performático porque fue teatral, aunque eso le falseara la compresión histórica, y por ende la política. El teatro es inferior a la crítica porque es menos inteligente, y la impulsa. En el teatro hay una crítica histórica implícita, aludida con las representaciones teatrales, que hace a la crítica científica, que es más alta porque el razonamiento abstracto es la instancia humana más superior, lo que no implica que sea siempre mejor, sino que es de una discursividad analítica, o sea que intenta que la producción de la especie se ordene según el pensamiento, que es el de la política, a lo que se logró bastante, así y con lo malo que fue. Superior al arte popular es el ejército, con su cultura más elaborada, la del clasicismo privado, porque el ejército, como la policía, está facultado para utilizar armas de guerra, lo que implica un nivel de sofisticación mayor, basado en el fideísmo científico moderno, que es capitalista, como lo es el idealismo socialista gobernante. Cabe analizar a la capitalidad china.

La del comunismo es una política lúdica, por lo que es inferior, ya que el ludismo inutiliza a las personas para el uso de las armas de guerra, a las que se llega por medio de la religiosidad estricta, la del liberalismo conservador, que es el privado, religiosidad que fuera reemplazada por una disciplina dura en los países de gobiernos ateos, que tienen ejércitos enormes, con tecnología de primera categoría. Lo que establece la escisión entre lo público y lo privado, que marca a la del pueblo y la capitalesía, es la milicia armada, el ejército profesional, que se compone de adeptos a la constitución, de personas que viven de acuerdo a la ley, o que lo aparentan cuando no, según composiciones entre la ley religiosa y la gobernante, las que a su vez van cambiando. El estado humano fue divinizado por las naciones, fue considerado como el estado de naciones divinas, con cuyas constituciones dispusieron órdenes liberales teístas, hasta que el ateísmo empezara a gobernar. Gobiernos téicos hubo desde el inicio de las civilizaciones, hace como 9 mil años. Gobiernos ateos desde 1917. Así como hay que ser tolerantes con los errores ajenos, y así como se omite hablar de los que causan los capitalistas fidentes, también hay que criticar sensatamente, sin exigir de más, al comunismo soviético, incluso con lo pésimo que fuera. Hay que tener presente que el capitalismo hace una difamación de la historia soviética, con una crítica capciosa, que no lo recusa para lograr un orden mejor, sino para mantener al vigente. En eso habrá que informar sobre el comunismo chino, que será decepcionante porque hasta ahora se le ocultan mucho sus males. Al ser una potencia mundial subyuga a sus potencias menores, y su gobierno es nacional, aparte de propulsar a una capitalización enorme. Los gobernantes también son explotados. La crítica árquica tiene que reconocer eso. La violencia histórica causa una neurosis que es transclasial, y así como ese hay muchos otros factores dañinos al privatismo.

La ley pauta la inclusión estipulada por la dominancia, de acuerdo a las formas admitidas por la constitución, que varían según los gobiernos dentro de su marco. El ejército y la policía son financiados por los gobiernos mediante la recaudación tributaria, por lo que sus miembros son mandatados para hacer cumplir a la ley, aunque mucho no lo lograran a veces. Les pagan sus salarios desde los ministerios y gabinetes menores, por medio de las autoridades propias de las fuerzas armadas.

La de la indistinción de los géneros formales es la postura transdisciplinaria, que es opuesta a la división social del trabajo, cuya deposición exige necesariamente de la reforma legal. La indiferenciación genérica no puede ser en tanto que las mayorías nacionales los reproduzcan: su creación histórica es refectuada. Existen como géneros críticos y evolutivos, según los hace ser la sociedad humana, y se clasifican según la posición social de quienes los hacen, de abajo para los productores bajos, media para los medios y alta para los altos, con su transformación factual. Los humanos de las clases bajas efectúan más a los géneros culturales bajos, como la albañilería y la cumbia villera, los medios a la contabilidad, la carpintería y al rock barrial y los altos a la lógica pura y al clasicismo supraordinario, entre otros muchos, dicho así a modo de ejemplo.

La división social del trabajo deberá persistir, pero de una manera grata, que debiera ser variable de acuerdo a los intereses sensatos de las personas y a su modificación consensual.