Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Los posmodernos son moralistas estafantes

Los posmodernos son intratables. Hacen lo que se les da la gana basados en la lógica del más fuerte pero cuando pierden la acusan. Exigen el respeto a la ley según les conviene, y cuando no son ilegalistas. Dicen que están en contra de la razón arguyendo buenas razones, a las que no explicitan para no contradecirse. Exponen que no son moralistas, o que son antimoralistas, pero en verdad son seudoinmoralistas porque son ultraltermoralistas, o sea, predicadores de morales extremas, de derecha e izquierda, alternativas a la oficial y a la de la crítica común, que es la socialista árquica en sus distintas vertientes. Tienen moralidades místicas, de credos raros, a veces tendientes al diablismo, por lo que se aproximan al sociarquismo cuando éste se mistifica, pero acaban por traicionarlo. En verdad, los posmodernos sostienen morales duras, y fueron muy autoritarios. Se enojaron mucho cuando no se les hizo caso. Quisieron que se les obedeciera aún sin que tuvieran buena razón. Basaron su autoridad en una razón a la que ocultaron cuando se la quiso conocer. Hicieron una argumentación artimañera, porque objetaron a las maldades del sistema desde cierto juicio, pero después dijeron que juzgar era malo. Se hicieron los locos a sabiendas, no habiéndolo sido tanto, y sin reconocer lo insensato del pietismo, o mismo del socialismo cuando hace daño. A la locura de los sistemas vigentes le llamaron racionalidad. Son malvados disimulados, frustrados por la dominancia pero incapaces de relacionarse para enfrentarla. Exigen soluciones pero después las boicotean. Reclaman reformas siendo antipartidarios y antigubernativos. Elevan críticas políticas desde el antipoliticismo.

Los posmodernos suelen ser nihilistas, ese es su rasgo distintivo, y por eso son deshonestos, porque no les importa nada. Lo que quieren es molestar a los demás. Los argumentos que sostienen en sus debates políticos, o filosóficos, son excusas para ello. Pueden apelar a las grandes causas, o a la lucha contra la injusticia, e incluso con razón, pero en verdad lo que señalan no les importa tanto, lo tratan como tema de charla, o de levante, y para tener guita de la que vivir. Son chantas. Los salva el hecho de que como la historia es injusta necesitan de dinero para mantenerse, pero su irresponsabilidad debe ser denunciada socialmente. En ocasiones tienen cierta responsabilidad política, pero no la llevan a lo que debieran. Son justicieros quebrados devenidos en antijusticieros.

Los posmodernos también suelen ser anarquistas, aunque no lo hayan sido siempre y aunque haya anarquistas modernos, y no sólo lo son de ultraizquierda, como lo fueron antimodernistas como Foucault o Derrida, e incluso Bataille, sino incluso de ultraderecha, como Heidegger y Nietzsche, además de que los primeros adoptaron a los segundos, pervirtiéndose más aún. Estos seudofilósofos no fueron posmodernos ellos mismos, exceptuando quizás a Derrida, y a Foucault, pero sí fueron antimodernos, por lo que inspiraron a los posmodernos. El anarquismo, que ya tenía una tradición nihilista cuando empezó a gestarse en la Grecia antigua, terminó de perderse al seguir al nazismo disimulado de Heidegger y al aristocratismo de Nietzsche, pero tampoco sus versiones de izquierda son tan buenas, porque la resolución de los conflictos históricos requiere del gobierno y del reformismo, adopte éste la calidad que fuere.

Como el liberalismo estableció la idea de debatir los problemas para resolverlos, sin que se lo hiciera tan bien, los posmodernos adoptaron la postura de sabotear las discusiones, en vez que hacer una crítica franca. En algunas ocasiones, devinieron en microtiranos.

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En la versión de 1984 de “¿Qué es la ilustración?ˮ, publicado en el libro homónimo de ediciones La Piqueta, Foucault readscribió a la ilustración desde un modernismo crítico, e incluso con cierto universalismo, aunque precario, sujeto a su afán particularizante, que debe existir siendo bien definido, como un particularismo bien inserto en la totalidad. Hizo un intento para conciliar el universalismo cristiano de Kant con una crítica concreta, pero sin llegar a formularlo bien del todo. El universalismo kantiano tenía que desprenderse del absolutismo teísta al que tuvo muy arraigado, porque Kant fue pietista, por lo que tiene una tendencia a abstraer mal, lo que no le quita valor a su buen propósito.

Cuando Foucault dejó el Partido Comunista Francés abandonó al materialismo y adoptó al nihilismo, en particular el nietzscheano, y por eso su comprensión se tornó bizarra, suplantando a la historia por la genealogía y concibiendo a la arqueología como una ciencia extraña, distinta de la que es en verdad, la de los científicos que van a las ruinas antiguas para investigar los restos de las culturas originarias. De ahí que sus explicaciones se convirtieran en confusas, a veces incomprensibles, pretendiendo validarse en la belleza estilística, pero con algo de legitimidad. Al final de su vida reivindicó a la ilustración señalándole algunos reparos con cierta justicia, aunque intentando rescatar a su arqueología y a su genealogía, y basó su prédica en su parecer, en su creencia y en lo que pensaba, sin haberlos cotejado lo suficiente como para corregir sus errores y darle firmeza. Por eso es que su reivindicación final del iluminismo fue de fe, fue una corrección a tientas de su antimodernismo previo. Su obra merece un balance crítico, que le señale las faltas y las virtudes, que también las tiene. En particular tuvo una dificultad para admitir sus yerros, lo que si bien es común debe ser mencionado, porque así se lo puede resolver. La arqueología y la genealogía foucaultianas tal vez merezcan persistir en los términos que les asignara su mentor, pero tal vez requieran ser reformuladas. A eso deberán señalarlo los especialistas en la materia.

El maximalismo societario valdrá porque aspira a resolver todo lo que sea necesario para la felicidad humana, pero se lo debe empalmar a las circunstancias actuales, en una estrategia social que articule el corto, el mediano y el largo plazo, y que asimismo retome nuestro pasado, de igual modo que tiene que contener bien al mini y al mesomalismo. El socialismo requiere que el materialismo sea bien autocrítico.

Un error de Kant es que no admitió que la humanidad es una especie zoológica, por lo que el humanismo liberal que lo siguió tuvo problemas para reconocerlo. Tuvo que decirlo Darwin, sin que todavía muchos teólogos lo aceptaran.

La arqueología del saber puede valer como el estudio histórico del saber previo al antiguo, el de los primeros milenios civilizados, e incluso el de los anteriores al civismo. El tema es que se equivocará si tiene mal nihilismo, un nihilismo mal concebido para la compresión social del entorno, la autoconciencia humana. La humanidad tiene una conciencia social, el conjunto de las conciencias de cada miembro de la especie, que está bastante desacertada en cuestiones importantes.