Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 9 de noviembre de 2017

La muerte es un buen tema para la ciencia. Lengua y lógica

Y pienso en la ciencia de la historia individual, el saber de cada quien. Cada ser vivo consciente de la muerte la piensa. Los vegetales, ¿son conscientes de la muerte? Los animales, incluso los insectos, lo somos, porque supimos de la muerte de otros vivientes al percibir a sus cadáveres. La ciencia, en esencia, es el saber. Ni siquiera tiene que ser racional en el sentido de la lógica más abstracta, propia de animales lenguados, que somos cerebrales, incluso la primigenia de los lenguados inferiores al humano. La lógica es língüica. Lo que pasa es que en las especies linguales que no son humanas está menos desarrollada, y tal vez no siempre, pero seguro que piensan de acuerdo a los sonidos que emiten fónicamente. Todos los vivientes somos científicos, en el sentido de que percibimos a nuestra realidad externa. Pasa que cada especie tiene su forma discirniente, forma que a su vez remite a la de sus semejantes, primero, y a veces a la de los más diferentes después. Es que la ciencia puede fallar. No cabe pretender perfección absoluta a la ciencia, humana o no, porque no la tendrá, en tanto que es una práctica.

Cuando los lobos le aullaron a la muerte, la pensaron de algún modo, de una manera más emotiva que inteligente, y con la rememoración visual de las lobas muertas a las que amaron, y lo mismo las lobas, y ambos también homofílicamente. Eso implicó un pensamiento amoroso y la elaboración duélica de sus pérdidas, en especímenes de algunas especies cánidas. Así mismo sucede en las otras especies animales, todas procedentes de un núcleo común, la Tierra, en que se engendraron espontáneamente las células vivientes, de las que derivan las ramificaciones biológicas de las que es nuestra especie. Las distinciones entre especies vivientes son históricas e imperfectas, pero es posible hacerlas porque las especies existen como agrupamientos de ejemplares de características diversas.

El antihumanismo es deponible porque es una solución fracasada. Está preprogramada para fallar, inconscientemente, porque obedece a una mala lógica, que es la de negarse a sí mismo. Los antihumanistas son humanos.